El gran corazón de mi esposo
- Daniela Racines
- 23 feb 2018
- 2 Min. de lectura
Tengo que admitirlo: toda mi vida he sido fan de los gatos, no tanto de los perros. Y ahora, paradójicamente, tengo 3 perros y un gato, y mis perros me quieren más que Fito Fidel :(
Fito es hincha de Bernardo, quien es ahora mi esposo (nos casamos hace 3 semanas). En fin, esto yo no lo entiendo, porque, no sé si recuerda, cuando les conté sobre la llegada de Fito a casa, Berni estaba un poco preocupado por tener que adoptar un gato. Ya se había acercado a Fermín años atrás, ahora estábamos adaptándonos a vivir con Bigou, y de pronto llegó un gato.
Berni nunca ha tenido mascotas, entonces yo entendí su preocupación y miedo en ese entonces. Yo nunca lo obligué a que sientiera cariño (o les diera cariño) a mis perros. De hecho, cuando éramos enamorados y lo llevaba a casa, solo se saludaba fríamente con Hugo Adolfo. Pero cuando Fermín llegó a nuestras vidas, nos cambió por completo. Nos enseñó sobre el amor incondicional, gratitud y lealtad.

Bernardo junto a su perrhijo favorito.
Luego llegó Bigou, que con sus pelos parados, abundantes lamidas, juegos y travesuras, bueno... mejor les dejo su primera foto juntos.

Bernardo y Bigou, durante su primer mes en Quito.
Bernardo dejó que Fermín, Bigou y luego Fito Fidel llegaran a su corazón. Se convirtieron en sus hijos también. Y eso ha sido maravillo, porque tenemos una cosa más en común. Y como siempre he dicho y he pensado: los humanos nos volvemos más humanos, más sensibles, más buenos de corazón cuando amamos y nos preocupamos por los animales.
Ahora viene una parte de nuestra historia que hemos llamado: niña Filipa.
La penúltima semana de noviembre viajé a la Costa por trabajo. Bernardo se quedó con Bigou y Fito en casa. Y un 25 de noviembre, un día antes de que yo regresara a Quito, recibí un mensaje de texto de Berni con dos fotografías y decía: " Me encontré una perrita afuera del trabajo, no podía pararse y tuve que recogerla para llevarla donde la Caro".
Mi primera impresión fue: ¿es en serio? ¿y ahora?
Llegué a Quito al día siguiente y me recibieron Bernardo y la perrita en la entrada del conjunto donde vivimos. Ella ni siquiera parecía callejera (excepto por lo delgada y por la infección intestinal de la que la trataron un día antes). Movía su cola de un lado a otro, daba besos a diestra y siniestra.
Yo estaba preocupada, porque para tener una mascota no solo es necesario tener ganas, sino darles todo lo que necesitan, incluyendo tiempo, amor y dinero, (aunque no nos guste), pero esta historia de la niña nueva se las contaré en mi próxima entrada.
Como les decía en el inicio de esta publicación, nunca obligué a Berni a que le gusten los animales, ellos solos, con sus ocurrencias, sus lamidas, sus ladridos, sus mordidas de vez en cuando, sus ojitos llenos de esperanza y amor se ganaron su corazón, su enorme corazón, algo que seguramente les sucedió a muchos de ustedes.
Comments