El perro que me cambió la vida
- Daniela Racines
- 28 sept 2017
- 2 Min. de lectura

Les he hablado mucho sobre Bigou, pero en realidad, el primer perro que rescaté se llama Fermín. Tiene alrededor de 10 u 11 años, no sabemos con exactitud. Lo encontró mi mamá en el Parque Inglés, en el sector de San Carlos, al norte de Quito. Mi mamá salía a caminar todas las mañanas y lo vio cerca de una pileta, dos días seguidos. “Me pide ayuda” – me dijo mi mamá. Así que un viernes 4 de enero de 2012, salimos del trabajo y esperábamos encontrarlo en el parque para llevarlo al veterinario. Caminamos durante 15 minutos y ahí estaba... en medio del césped, acurrucado y sin poder moverse. Mi mamá lo cargó hasta el carro, no fue necesario usar bozal ni correa. Estaba completamente indefenso.
Cuando al veterinario lo examinó nos dijo que si no lo ayudábamos esa noche, él moriría en un par de días más. Tenía múltiples enfermedades de las que se curó en un par de meses. No sabíamos si iba a ser un perro normal. Tomaba medicación dos veces al día y yo lo curaba de una grave otitis, tres veces al día. Tenía miedo cuando alguien se le acercaba, no quería comer pepitas y mi mamá le cocinaba pechuga de pollo para que no se debilitara más. Fermín se apoderó de la casa de Pocho, el perrito de mis tíos, que estaba en el patio. Poco a poco entró en confianza y nos cautivó a todos cuando ponía su pata delantera derecha sobre nuestras piernas. Se robó el corazón de mis abuelos, mis tíos, mis primos…
Cuando estuvo sano, vacunado y esterilizado, empezó su entrenamiento. Todos los días íbamos al Parque Bicentenario. Los primeros meses fueron muy tristes. Fermín tenía miedo de todo y de todos. Los ruidos fuertes de los carros lo asustaban y las personas que caminaban muy cerca de él, también lo asustaban. Poco a poco esto fue cambiando. Le gustaba ver su correa, aprendió a sentarse antes de que se la pusiera, caminaba mucho más relajado y, en la zona canina, se mostraba feliz (aunque los perros muy grandes aún lo ponían nervioso). Fue un largo proceso, pero valió la pena totalmente. Nunca más salí sola al parque. Fermín fue mi primer compañero de aventuras. Fermín me cambió la vida, y a Bernardo también.
Tal vez te preguntes por qué no vive con nosotros. La respuesta no es fácil, y te contaré esta historia en una de las siguientes publicaciones. ¡No te pierdas ninguna!
¿Por qué Fermín?

Se llama Fermín porque, como les había contado antes, nombro a los animales que tengo de acuerdo al libro o libros que esté leyendo, y en ese momento leía “Conversación en la Catedral”, de Mario Vargas Llosa. Magnífica obra en la que don Fermín Zavala, apodado “Bola de oro”, cumple el rol de un gran empresario, dueño de una compañía de construcción y de un laboratorio farmacéutico. Ha estado casado muchísimos años con doña Zoila, pero se da cuenta de que es homosexual y se involucra con su chofer. No les contaré más. Mejor descubran ustedes mismos qué sucede leyendo la gran novela de uno de mis autores favoritos.
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