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Un amor amazónico (Parte 2)

  • Foto del escritor: Daniela Racines
    Daniela Racines
  • 20 feb 2018
  • 2 Min. de lectura

En mi anterior entrada les conté sobre cómo nos conocimos Bigou y yo. Bueno, en esta segunda parte de la historia les cuento cómo fue cuando llegó a casa.

Les había dicho que en Quito solo Bernardo, mi papá y mi primo sabían de la existencia de Bigou. El día en que llegó de Dayuma lo llevé al veterinario. Lo examinaron, lo desparasitaron y le aplicaron un antipulgas. No podía quedarse internado en la clínica como yo quería (para darle tiempo de digerir la noticia a mi familia), porque podía contagiarse de alguna otra cosa, ya que estaba vulnerable.

Así que ese era el día en que mi mamá y él iban a conocerse. La recogimos de sus clases de yoga y, apenas se subió al carro, le dije: "Tu nuevo nieto". Ya podrán imaginarse la cara que puso - me dijo: "No seas bestia". Así que lo primero que se me ocurrió fue decirle que mi familia de Dayuma me lo había enviado como regalo. No pudo hacer mucho. Bigou enseguida la besó y se ganó su corazón.

Al llegar a casa, lo tuvimos aislado unos días hasta hacerle exámenes y aplicarle vacunas para evitar riesgos de contagio de enfermedades con mis otros perros. Mis tíos nos prestaron dos habitaciones vacías de su departamento y, en una vivía él, y en la otra dormía yo, en un sleeping. No quería que Bigou fuera una molestia para nadie en casa, así que apenas lo escuchaba llorar iba a verlo. Creo que esta experiencia nos acercó y nos volvió inseparables.

Bigou y yo, durante su primera semana en casa

Bigou y yo, durante su primera semana en casa

En unos días fuimos a donde Caro, en Garras y Huellas, lo atendió de manera extraordinaria y le puso el resto de vacunas que le faltaban. Además, nos dio una estimación de su edad: 4 meses.

A Bigou no le tomó nada de tiempo volverse el hermano fastidioso de Fermín y Hugo Adolfo (el perrito de mi mamá). Con su tamaño, los mordía, se les montaba encima y se les robaba las camas. La verdad, Bigou llegó a darle vida y alegría a la casa. Claro que también destruyó la jardinera de mis abuelos y unos cuantos adornos que mi abuela tenía guardados en una bodega, y que solo Bigou encontró.

Ahora es gracioso hablar de sus travesuras, pero en ese tiempo, fueron motivos para que lo quisieran botar de casa. Tuve que "peleear" con mi mamá y mis abuelos para que él se quedara... y bueno, Bigou y sus abundantes besos y personalidad amorosa también hicieron su parte y logramos convencerlos a todos de que era la mejor decisión de nuestras vidas.

 
 
 

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Periodista y ecóloga. Amante de los animales y de la naturaleza. 

Adicta a los libros y a las redes sociales. 

Email: daniracines@gmail.com

Instagram: @danielaracines

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